Si bien los protocolos digitales son populares, los sensores de conductividad analógicos de un solo canal siguen siendo un elemento básico en la automatización industrial debido a su rendimiento de "latencia cero" y a la facilidad de resolución de problemas. Un sensor analógico proporciona una señal lineal continua (a menudo 4-20 mA) al controlador, que luego se traduce en conductividad, resistividad, salinidad y sólidos disueltos totales (TDS). Este flujo de datos en tiempo real es esencial para el control de procesos de alta velocidad, como la detección de una fuga en un intercambiador de calor o la monitorización de la salida de una unidad de desalinización de alta velocidad. Debido a que la señal es analógica, es menos susceptible a las "congelaciones" de software que ocasionalmente pueden afectar a las redes digitales complejas.
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La flexibilidad del hardware permite una adaptación precisa a las exigencias físicas de la aplicación. Por ejemplo, en una línea química de alta presión, un sensor de titanio o acero inoxidable con una clasificación de 0 a 17 bar garantiza que la señal analógica permanezca estable bajo estrés mecánico. Mientras tanto, la capacidad del controlador para cambiar los modos de visualización permite a un técnico ver los TDS para la presentación de informes ambientales o la resistividad para la validación de agua ultrapura sin cambiar el hardware. Al combinar una elección de material robusto, como ABS o PSS para la resistencia química, con una salida analógica fiable, las instalaciones pueden construir un sistema de monitorización que sea rentable y altamente sensible a los cambios en la química del agua.
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